Así permanecí, en la misma posición en la que mi confesora me abandonó. Ni un musculo respondía. Quién diría que respondería tan mal a un veracidad tan simple. Mi omnipotencia tal ves era peor de lo que creía.
Finalmente, logré ponerme de pié, costó mas que en las mañanas sin dudas. Caminé de forma placida hasta la salida. Pero me resultaba imposible pensar que la manera de resolver problemas ahora se convertía en mi karma. ¿De qué me habia servido tanto esfuerzo si al fin y al cabo no había logrado mis objetivos básicos?, miles de preguntas rondaban por una mente exhausta y confusa.
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