Con mis pies descalzos avanzo con la rutina, que me aletarga la psiquis. De un solo salto busco un envión para escaparme de esa situación insulsa. Hidrato mi piel para lograr despejarme rapidamente antes de pensar porque estoy haciendo nuevamente lo mismo.
Me miro al espejo, descubro mas imperfecciones que mi ultima visita a el, pero lo acepto, es parte del ciclo natural de la vida (aunque no se si deba llamarla de ese modo).
En el vestidor encuentro mi traje. Me visto con finas telas que dan una imagen muy alejada de la realidad. A esta altura, se convierte en una coraza que se encarga de desviar la atención sobre mi personalidad y escapa a estereotipos de por si absurdos. Afortunadamente, en este caso, me tranquiliza saber que vivimos en un mundo tan vacio de presencia.
Salgo a la calle, presentable, con estirpe de persona superior. Recorro las calles enviciadas con mi coche, repito una y otra vez las mismas esquinas, donde las mismas caras sin futuro me observan para obtener de mi un gesto solidario. Pero no hay tiempo. Solo debo concetrarme en mi futuro inmediato, ni siquiera lejano. Sus ojos sin vida reclaman algo que yo no puedo ni debo darles. Pero no quiero ahondar en ese tema. Perdió ya su sentido.
Finalmente llego a mi fortaleza. Atravieso las grandes y frias puertas del edificio, me dirijo hacia mi guarida para realizar mi labor como todos los dias de los ultimos...ya no recuerdo hace cuanto, pero no es importante. En el camino al quinto piso, tengo el "agrado" de encontrarme con gente que solo alaga y sonrie tras una mascara de divina hostilidad. Lo sé. En alguna ocasión lo tuve que hacer. Mi secretaria, alarmada por mi llegada, me recuerda todas mis citas del día, aunque solo sirve para eso. Su obtuso trabajo no aporta nada a la causa (ni tampoco debería).
Finalmente, luego de mi travesía de atravesar ese mar de gente ficticia e interesada, llego a mi lugar. El único espacio en el que logro pensar en mi.
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