-"Stewe, ¿te encuentras bien?”, dije.
-"Si, en realidad, no lo se. En parte no logro asimilar todo esto". Hablaba con resignación. "Mi padre murió menos de un año, cuando se encontraba trabajando en el sur de Polonia (17 de septiembre de 1939). El también creía que no le iba a llegar su hora". Su mirada se hacia cada ves mas distante y agachaba la cabeza en un intento por protegerse. Me miro con ojos llorosos. "Nunca pensé que llegaría el momento, lo aguardaba, pero en mi interior algo creía que todavía había esperanzas de que esta guerra acabe. Y la espera me esta matando lentamente, mi familia esta arruinada, y soy el sostén de ellos. Lamentablemente no puedo soportarlo, si el destino es ese, espero que caiga rápido sobre mi", concluyo su relato desgarrador.
No me esperaba esas palabras tan sinceras y llenas de sentimientos de agonía espiritual, solo atinaba a asentir ante sus comentarios. Cuando pronuncio las últimas palabras. Mi corazón, en un intento desesperado por encontrar respuestas, solo atinó a decir unas pocas palabras.
-"Sabes...", dije con una perceptible pausa, "te respeto, y no solo por tus intentos de sobrellevar situaciones extremas, si no porque en un tu afán de resolver problemas, abres tu corazón sin importar cuales son las consecuencias, me ayudas a sobrellevar todo esto y eso lo agradezco". En ese momento mis ojos se llenaron de lágrimas y solo atine a abrazarlo.
Así nos quedamos unos momentos, en silencio y con el mar de testigo, sellando una amistad única...